Cursantes de Bongá II a su arribo a la Casa El Tabor, sede de la experiencia |
Al fin tantos días de preparar el corazón llegan a su culmen. Con las ansias represadas por llegar al "corazón del mundo" como llaman los Koguis" a la Sierra Nevada de Santa Marta, llegaron ayer muy puntuales los buses de la empresa Berlinas, trayendo a bordo con ellos la vida entera de los papás de los niños y niñas, asesores y demás participantes de nuestro esperado Cursotaller Bongá II.
A su llegada a la Casa El Tabor, sede del encuentro, los esperaban felices los asesores logísticos junto con José Rafael Garrido, S.J. y uno que otro bicho que no quería perderse la llegada de los jóvenes para darles la bienvenida en nombre de la biodiversidad abundante del lugar.
Poco a poco se fue llegando, primero el cuerpo, luego el alma y el corazón. Esto es porque para una experiencia como estas la persona entera se va haciendo presente y no hay dimensión de la vida humana que no tenga lugar, que no sea invitada; no hay recoveco de la historia de los seres humanos que no sea convidada, que no se le haga un sitio a la mesa en una experiencia que quiere ser un auténtico despertar, un "bongá", como reza nuestro título, una invitación a enrolarse a la aventura de la lucidez con amor, sin anestesia.
En medio de las actividades todas inesperadas, cada cursante hace el esfuerzo de llegar; de dejar de lado las prevenciones naturales y los miedos que nos acechan, para decidir subir la montaña de su propia vida. Para esto se cuenta con un lugar hermoso en una montaña sagrada y con la constante sinfonía de la multitud de aves que engalanan este paraje y el cielo estrellado que desde años luz nos observa muy a lo lejos. Y por supuesto, el compartir entre los cursantes, la fraternidad poco a poco constituida con unos lazos que difícilmente habrán de soltarse y menos olvidarse.
Así termina el primer día y comienza el segundo en nuestro esperado Cursotaller Bongá II, "y vio Dios que era bueno".
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